
LLega la noche y el tiempo se convierte en toda una eternidad y en cada minuto de cada distante hora surgen millones de recuerdos que inundan entre tus sábanas el deseo de desaparecer.
Buscas en una milésima de segundo desconectar de todo lo que dia a dia te persigue y la realidad es que no te da tregua ni siquiera cuando el sol se escapa, si no que se intensifica ese sentimiento que aprieta hasta axfixiar.
No puedes dormir. Ni siquiera sabes quién eres en medio de la inmensa noche. El frio de la oscuridad te encoje hasta hacerte pequeñita. Diminuta. Pero los recuerdos siguen ahí. Invadiendo cada toque de respiración y cada pestañeo .
Asi dia tras dia, noche tras noche.
Suena una canción de fondo. Nuestra canción. Y entonces ese sentimiento que axfixia se intensifica hasta quedarme sin aliento, hasta quedarme inmóvil abrazada a mi almohada, hasta derramar de nuevo lágrimas por quién no se las merece, por el culpable de que las noches sean tan largas y solitarias...
ÉL. La persona que te lo dio todo y te lo arrebató sin que te diera tiempo a reaccionar. La persona que te hizo reirte tantas veces y que ahora solo sabe hacerte llorar. La persona que antes te abrazaba para calmarte y que ahora te hace temblar. La persona que antes te queria y que ahora no te sabe respetar.
Es duro ver cómo alguien desaparece de tu vida, cómo en cuestión de dias todos los planes se rompen y dejas de pensar en dos para pensar en ti mismo. Pero te rompes. Porque ya no sabes hacerlo. Porque todos los planes que te surgen necesitan de dos..
Pero cuando aprendes a vivir con eso. Cuando aprendes a controlar tus noches. A sentirte menos indefensa...Esa persona que te hace temblar por las noches vuelve a tu vida. Sin pedir permiso. Sin avisar. Y te vuelves a sentir diminuta. Y las noches vuelven a ser interminables. Y las lagrimas que ya estaban guardadas vuelven a desfilar de nuevo por esa persona que te hace llorar sin hacerte sonreir luego, por esa persona con la que aunque tu lo pienses nunca mas volveras a ser feliz.